Por muchos años, los líderes de las empresas han enfocado sus esfuerzos a una meta principal: las ganancias. Pero los tiempos han cambiado y la nueva generación de trabajadores demanda empresas éticamente correctas, con líderes que se enfoquen en las ganancias sin perder de vista su responsabilidad social ni las necesidades y deseos de sus colaboradores.

Desde el punto de vista lucrativo, a veces es difícil inclinarse por las decisiones que priorizan el impacto social por sobre el superávit, pero poner la ética por encima tiene también sus beneficios comerciales.

Para empezar, refuerza la imagen positiva de la empresa ante los clientes. Cuando una organización genera confianza, le es mucho más fácil establecer relaciones comerciales.

También es menester resaltar que la imagen positiva que se genera al tomar decisiones basadas en la integridad, así puedan parecer a veces un riesgo financiero, genera más ganancias en el largo plazo. Asegurar una buena imagen termina siendo más relevante para los negocios duraderos que ganar dinero en el momento dañando una imagen que puede costarle clientes futuros.

Cuando una organización genera confianza, le es mucho más fácil establecer relaciones comerciales.

La integridad se ha vuelto un valor crítico para las empresas de esta era, pero la simple mención de esta palabra en comunicaciones institucionales no basta para construir una cultura respetable. Robert Chesnut, abogado especializado en el desarrollo de programas para empleados, autor del libro Intentional Integrity: How Smart Companies Can Lead an Ethical Revolution, propone algunas consignas para formar parte de esta revolución ética:

  • Educar con el ejemplo:

Los líderes de la empresa deben ser los primeros en demostrar integridad abierta y directamente. Si pasan por alto el mal comportamiento de los top performers o no siguen ellos mismos las reglas, le dan el permiso implícito al resto de comportarse de igual manera. A veces los líderes tendrán que tomar decisiones que parecen dañar al negocio en el corto plazo pero que significan hacer lo correcto, lo que termina resultando en un beneficio en el largo plazo.

  • Crear un código de ética propio:

El código de ética de una empresa debe reflejar la idiosincrasia particular de la empresa, teniendo en cuenta los valores que se han formado involuntariamente a través de sus empleados y la realidad cultural que la atraviesa. Es fácil basarse en un código de ética de otra empresa a la que le haya funcionado, pero cada institución cuenta con una identidad propia a la que no todos los códigos se pueden adaptar.

  • Hablar de la integridad:

La integridad no se instaura por sí sola, es necesario remarcar su importancia de manera abierta, explícita y continua para que los empleados realmente comprendan que es un valor esencial de la cultura de la empresa.

  • Asegurarse de que todos conocen la vía para reportar problemas:

La mayoría de las empresas tienen un canal abierto para que los empleados puedan reportar situaciones incómodas que les ha tocado vivir por el comportamiento de otros compañeros de trabajo, pero este proceso suele volverse burocrático y desalentador para la mayoría, que suele desistir antes de reportar lo sucedido. Es importante crear una cultura en la que todos se sientan lo suficientemente cómodos para hablar de todo tipo de problemas. La vía para hacerlo debe ser directa y transparente.

  • Demostrar consecuencias:

Cada situación reportada por un empleado debe ser investigada y, si se encuentra que se ha cometido una violación al código de ética, deben definirse consecuencias justas y razonables para cada caso. Los managers y los top performers no pueden estar exentos de esto. Esto generaría falta de credibilidad en el sistema y los colaboradores se inclinarían por no hablar de ciertas situaciones.

  • Ser constantes:

La propuesta de mantener la integridad no puede darse esporádicamente, hay que ser constantes y reiterativos con la cuestión para hacerlo una de las bases de la cultura empresarial. Así como en la publicidad y la propaganda, la repetición hace la diferencia.

Al basar nuestras decisiones en el impacto social que pueden llegar a tener, naturalmente creamos una imagen empresarial que nos ayuda a ganar la confianza de nuestros clientes y colaboradores, los dos pilares fundamentales de todo negocio. Destinar recursos a la implementación de la integridad en las operaciones diarias de la empresa, dentro de todos y cada uno de los equipos, es uno de los ingredientes fundamentales para el éxito.

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